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jueves, 13 de febrero de 2014

La importancia de la simpatía...

 

POR QUE NO HABLAR DEL BAE, El Bono Anual x Eficiencia?

Diapositiva3

Introducción a la Economía Social Solidaria.

Contracara: Lo que está y lo que es.-

La otra economía: entre la eficiencia, el poder y ¿la simpatía?

Leonardo Garnier: Modulo 2

3. La importancia de la simpatía.

Pero ¿será eso suficiente para que tengamos una vida buena? El propio Adam Smith tenía claro que no.

La vida humana no se reduce a la elección individual, racional e interesada entre opciones alternativas jerarquizables y, por lo tanto, esa vida no se explica solamente por la búsqueda de la eficiencia, por tratar de obtener el mayor provecho de nuestros intercambios con los demás. La vida humana se explica también -y muy especialmente- por la búsqueda de lo que Smith llama “la simpatía”: también nos importan los demás, y nos importa importarle a los demás. El primer capítulo de “La Teoría de los Sentimientos Morales”, de Smith (1997: 49), se titula precisamente “De la Simpatía” y empieza diciendo: “Por más egoísta que se pueda suponer al hombre, existen evidentemente en su naturaleza algunos principios que le hacen interesarse por la suerte de otros, y hacen que la felicidad de éstos le resulte necesaria, aunque no derive de ella nada más que el placer de contemplarla. (...) La simpatía (...) puede hoy utilizarse sin mucha equivocación para denotar nuestra compañía en el sentimiento ante cualquier pasión”.

Smith (1997: 57) considera, en efecto, que la simpatía, esa capacidad y necesidad solidaria de identificarnos con los demás, de alegrarnos con ellos y sufrir con ellos -y que ellos hagan lo mismo con nosotros- es también una condición esencial del ser humano y de la vida en sociedad, que no puede reducirse a la satisfacción chata del propio interés.

Hay pues mucho más en la vida humana, en la vida en sociedad, que la maximización de la utilidad o el beneficio y la minimización del costo o el esfuerzo. Nos importa, por encima de cualquier cosa, el afecto y el respeto de los otros, de aquellos con quienes nos identificamos, a los que en rigor podríamos llamar nuestros otros o, más familiarmente, nosotros, esa apropiada combinación de nos y otros que es la que mejor define al ser humano que es, a la vez, lo uno y lo otro: individuo y sociedad.

4. Individuo y sociedad

Esta visión de Smith, que integraba por un lado las acciones y motivaciones individuales centradas en el propio interés, en el egoísmo, y por otro lado las acciones y motivaciones centradas en la simpatía y el reconocimiento de los otros, se ha diluido en exceso con el desarrollo de la economía moderna. Así, la economía -y la microeconomía en particular- suele presentarse como un análisis exclusivamente centrado en el comportamiento egoísta y racional de los individuos o, más precisamente, de los agentes económicos individuales, sean estos personas, familias, empresas o hasta gobiernos, que pasan a ser analizados como “individuos” que reproducen la lógica del homo economicus maximizador de placeres y minimizador de penas.

Es clara la importancia de que el análisis económico, como cualquier análisis social, incluya como un elemento central el análisis del comportamiento de los agentes individuales: sus motivaciones, sus conductas, su lógica. Una de las críticas que se hace a casi toda la macroeconomía es, precisamente, su carencia de fundamentos microeconómicos, su carencia de sustento en el comportamiento de los agentes individuales que son los que, en última instancia, toman las decisiones económicas.

Sin embargo, tratar de explicar la economía solamente a partir del comportamiento de los agentes individuales sería como tratar de explicar el fútbol a partir del comportamiento individual de los jugadores: de sus motivaciones individuales, de su conducta, de la lógica de su comportamiento aislado. ¿Podría el mejor de los analistas deportivos, o el mejor de los sicólogos, haber deducido las reglas del fútbol a partir del análisis exclusivo de su “agente individual”... el homo futbolisticus? Es obvio que no. Lo que no es tan obvio es por qué nos empeñamos a veces en creer que lo que no podríamos hacer con un juego simple como el fútbol sí podemos hacerlo con la vida económica de la sociedad.

Porque si bien es claro que ni el fútbol ni la economía (ni la política, por supuesto) pueden entenderse sin tomar en cuenta el comportamiento de los agentes individuales, debiera ser igualmente claro que no bastan esos comportamientos individuales para entender o explicar ninguno de esos juegos que jugamos. De hecho, es sólo mediante el juego mismo de la vida social que la lógica colectiva transforma a los meros individuos en verdaderos agentes sociales. Los individuos, per se, no podrían ser nunca futbolistas, ni consumidores, ni artistas, ni trabajadores asalariados, ministros, empresarios, profesores universitarios, actores, etc. Sólo pueden serlo en la medida en que lo son para los demás y con los demás, es decir, con los otros. ¿Qué serían esos agentes individuales fuera del contexto de cada uno de esos juegos? ¿Cómo podríamos entenderlos a partir de su individualidad pero fuera del contexto del juego particular que los define como agentes sociales?

Tengamos claro, por tanto, que el análisis que realizamos como economistas al estudiar las elecciones racionales e interesadas entre opciones alternativas jerarquizables por parte de los distintos individuos que conforman la sociedad, es un análisis importante pero siempre parcial e incompleto de los procesos sociales que necesitamos entender. Que el análisis económico sea parcial no le quita importancia ni validez, pero nos exige ponerlo siempre en perspectiva. Y esto es fundamental para evitar muchos de los frecuentes errores que se cometen en y por la economía.

Próximo Módulo: Escasez, eficiencia y equidad.

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