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miércoles, 19 de febrero de 2014

El lenguaje del mercado?

La variable que no entiende la Economía de mercado, es el problema de la comunicación asimétrica. Como encaja el comportamiento cuando uno solo ve la paja en el ojo ajeno y no ve el árbol en el ojo propio? O cuando lo que llamamos en otros “pecado” lo consideramos en nosotros como una mera “experiencia”?

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9. Los precios y tarifas: el lenguaje del mercado

Para operar su magia, el mercado necesita poner en comunicación indirecta, anónima y permanente a todos los agentes económicos individuales que conforman una sociedad. Estos son agentes de todo tipo: unos son consumidores usuarios individuales, otros son productores o firmas; algunos son industriales, otros agricultores, otros comerciantes. Y las cosas que se intercambian en un mercado son, obviamente, muy distintas, casi incomparables. Para jugar su papel -como bien discutieron a fondo los economistas clásicos- el mercado debe traducir ese arsenal de mercancías, ese montón de cosas cualitativamente distintas, a un lenguaje común, un lenguaje que las haga iguales, comparables.

Para lograr esto, para permitir que los distintos individuos y agentes económicos sepan qué hacer, para que sepan qué es lo que más les conviene producir y vender, y para que sepan qué es lo que más les conviene consumir y comprar, lo que el mercado hace es “ponerle precio a todo”. Pero ¿qué son los precios?

Los precios son un lenguaje, son la manera en que los participantes en una economía se comunican y se entienden unos con otros. Los precios son la forma en que los agentes económicos comparan las cosas que cada uno de ellos tiene con las que no tiene, con las que tienen los otros. Son la forma en que se expresa tanto la intensidad con que se desean o necesitan esas cosas como el costo de obtenerlas o producirlas. Y son la forma en que los distintos agentes económicos indican a los demás en qué proporciones estarían dispuestos a cambiar unas cosas por otras.

Los precios son un lenguaje social mediante el cual los individuos expresan sus valoraciones en tanto agentes económicos: “cuánto aprecian” o “cuánto valoran” determinadas mercancías en comparación -y siempre en comparación- con las otras mercancías que pueden tener en su lugar o, lo que viene a ser lo mismo, en cuánto valoran el disfrute que obtienen del consumo de esas mercancías, comparado con su valoración del esfuerzo o el costo de producirlas o adquirirlas.

10. Distintos, pero comparables

Ponerle precio a todas las cosas, a los bienes y a los recursos -y a los trabajos-, viene a ser como establecer un patrón de medida que nos permite compararlas. Sólo es posible comparar cosas que tengan “algo en común”. Se dice que no podemos comparar peras y manzanas... excepto si las comparamos en lo que tienen en común: cuánto pesan, cuántas calorías y cuántas vitaminas contienen o, en nuestro caso, cuánto “cuestan”.

¿Cuál es el elemento común que está detrás de los precios? ¿Por qué las cosas -y el trabajo necesario para producirlas- adquieren un valor económico que logra traducirse de manera objetiva en precios? Esa ha sido la pregunta que ha guiado buena parte de la investigación económica durante los últimos trescientos años y, de hecho, era una pregunta que ya se planteaba Aristóteles.

Si los bienes que los distintos agentes económicos poseen fueran todos iguales, no tendría sentido el intercambio. En efecto, es porque son distintos que la gente quiere más de unos y menos de otros.

Pero tampoco sería posible el intercambio si esos bienes fueran completamente diferentes, si no tuvieran nada en común, si no fueran, en algún sentido, comparables. Esto le plantea un problema particularmente complejo al mercado, que debe definir precios que hagan que bienes cualitativamente distintos se conviertan en mercancías cuantitativamente comparables.

TEAMmayor QUE 10 SE NECESITA?  QUE ZAGUERO CENTRAL?

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QUE AYUDANTE DE CAMPO NECESITA EL TÉCNICO? QUE LE GUSTA A LA COMISIÓN DIRECTIVA Y QUE NO?

Para ello, es necesario ver las cosas desde dos puntos de vista complementarios:

• Ver los bienes, los recursos -y los trabajos- en términos de lo que los hace distintos: su carácter concreto, su “valor de uso”, las necesidades o gustos que vienen a satisfacer, el tipo particular de trabajo y las materias que se requieren para producirlos.

• Ver los bienes, los recursos -y los trabajos- en términos de lo que los hace iguales o comparables: su carácter abstracto, su “valor de cambio”, el ser depositarios de un elemento común: la comparabilidad de su “costo de oportunidad”, de ese esfuerzo que se considera socialmente necesario para producirlos y tenerlos.

Próximo Módulo: Costo de oportunidad y... almuerzo gratis.

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