AL DÍA

RADAR ADHIERE A UN PROYECTO DE PAIS SIN MEGA MINERIA NI DEPREDACION AMBIENTAL

viernes, 21 de febrero de 2014

Sin costo de oportunidad?

HACIA UNA CAJA DE CAMBIOS AUTOMATIZADA.

Diapositiva1

La Unión hace la fuerza.. Y la fuerza de un Cuerpo de Delegados bien confeccionado es la Cooperativa.

LAS COMPARACIONES SON ODIOSAS, DECÍA UN VIEJO DICHO ESPAÑOL. Pero se suele comparar para distinguir diferencias antes que para seleccionar opciones acertadas. Mucho tiene que ver en esto, la carga emocional a favor o en contra. Pero en el caso de los servicios esenciales de luz, agua y cloaca? Con quien o con que comparar? Se suele escuchar en los programas noticieros que, en Córdoba cuesta tanto, o en Madrid cuesta esto otro y en EE.UU. o Japón… Peor, “ A la Gente no le duele pagar el cable, o el abono telefónico, o la cochera del automóvil y no quiere aumento de luz…” Cooperar hacia adentro y competir hacia fuera, es eso posible en términos de nuestra Cooperativa? Por supuesto que sí, considerando una matriz de valoración subjetiva y con una formula Polinómica de ajuste automático en lugar de pedir por favor a la “competencia” que nos haga el favor de que cierren los números…

EL CARÁCTER SUBJETIVO DE VALORACIÓN ES PARTE DE UN TODO QUE HAY QUE CONSTRUIR AMPLIANDO EL MENÚ DE SATISFACCIÓN AL USUARIO CON OTROS RUBROS POR UN COSTADO DE LOS SERVICIOS TRADICIONALMENTE DEFICITARIOS Y CUESTIONADOS.

DONDE SE FORMA LA OPINIÓN PUBLICA QUE ESTABLECE EL PUNTO DE COMPARACIÓN?

La Campaña:

Diapositiva1

Diapositiva2

Diapositiva3

 

Introducción a la Economía Social Solidaria.

Contracara: Lo que está y lo que es.-

La otra economía: entre la eficiencia, el poder y ¿la simpatía?

Leonardo Garnier: Modulo 7

11. De nuevo: el costo de oportunidad y el almuerzo gratis

El problema de la valoración económica, y la solución que surge mediante el concepto de costo de oportunidad, se expresa con claridad en ese slogan característico de la economía: “no hay almuerzo gratis”. Esto nos indica, precisamente, que estamos comparando todas las cosas que podríamos tener en términos de todas las demás cosas que les son alternativas; que estamos comparando todos los costos, todos los esfuerzos, todos los trabajos en términos de los demás costos, esfuerzos y trabajos alternativos. Si todo es relativo, no puede haber un almuerzo, ni ninguna otra cosa, que sea gratis en el sentido específico de no ser comparado con las demás cosas: tener más de una determinada cosa implica tener menos de las demás.

Los precios como las tarifas, no son más que el instrumento que hace posible esa comparación, y que nos da la información necesaria para actuar al respecto. Pero es precisamente al hacer eso, al establecer una comparación entre todos los costos, esfuerzos y trabajos alternativos, entre todos los deseos, necesidades e intereses alternativos, que los precios actúan como una “relación social”, como un lenguaje de interacción recíproca entre los agentes individuales que componen la sociedad.

12. El sistema de precios y tarifas es un sistema de poder

No existen precios en una economía de uno. No hace falta lenguaje cuando no existen “los otros”. Las relaciones económicas -y su traducción en precios- son las relaciones mediante las cuales “somos para los otros... y ellos para nosotros”.

El lenguaje de los precios es un lenguaje efectivo: de lo que se trata es de dar -y recibir- órdenes: órdenes de compra o de venta. El lenguaje de los precios es un lenguaje de poder. ¿Cómo funciona este lenguaje? ¿En qué consiste el “don de mando” del sistema de precios?

Ya lo decía Quevedo: “Poderoso caballero es Don Dinero”. Es eso lo que nos permite entender por qué queremos, siempre, tener más dinero, pues el dinero es, precisamente, el “don de mando” con que nos podemos comunicar en el mercado. Gracias a su capacidad de medio de cambio el dinero es simplemente “todas las demás cosas”, en la medida en que es de curso forzoso y se puede cambiar por cualquiera de las mercancías que está disponible en el mercado. Si tengo dinero para pagar por algo, puedo tener ese algo. No me lo pueden negar. Puedo ordenarlo, y mis órdenes tienen que ser cumplidas.

Esta cualidad del dinero bastaría para que quisiéramos tener todo el dinero del mundo: más dinero significa más cosas, más posibilidades de satisfacer nuestros deseos. Pero si damos un paso más allá del intercambio, hacia la producción, hacia los costos y esfuerzos que se requieren para producir como mercancías aquellas cosas que demandaremos con nuestro dinero, entonces entendemos aún mejor el poder que está en nuestras manos cuando tenemos dinero. Al comprar, ordenamos a los demás el trabajo y el tipo de esfuerzo que tienen que hacer para nosotros. Y, por supuesto, otros harán lo mismo con nosotros.

A primera vista esto nos resulta extraño, pues cuando compramos las cosas que queremos usar la Coca-Cola, el disco, la camisa, el lápiz labial- no sentimos que estemos, ni remotamente, dándoles órdenes a todas las personas que participaron en su producción y distribución, que tenían que hacer eso para nosotros porque así nosotros lo ordenábamos. Y sin embargo lo hacemos. Trabajar es hacer cosas para los demás, no como favor o regalo sino como “relación social recíproca” de acuerdo con determinadas reglas: las reglas del poder. Igual que el faraón tuvo poder para ordenar la construcción de las pirámides, tengo yo poder para ordenar la producción de la pizza o la hamburguesa que compro despreocupado.

Lo que nos parece solamente una relación monetaria mediante la cual “compramos algo”, adquirimos una mercancía, es por lo tanto una relación social en la que se ejerce determinada cuota de poder. ¿Por qué es difícil verlo así? Cuando trabajamos, tenemos claro que no estamos produciendo algo para nosotros, para nuestro propio consumo, para atender nuestras propias necesidades, sino algo para otros. Si no es así, si nuestro trabajo no responde a ninguna “orden” o, dicho de otra forma, si nadie compra el producto de nuestro trabajo, entonces, nuestro esfuerzo ni siquiera califica como trabajo social, no es valorado así por la sociedad, y no recibimos el pago que habríamos esperado.

Vemos así que pagar el precio de algo, en el lenguaje del mercado, no es sino ejercer nuestro poder de mando, ordenando que una parte de los recursos y el trabajo de la sociedad se dedique a producir eso que queremos y por lo que podemos pagar. Como se refleja en diversos refranes populares: “el que pone la plata manda en el baile” o, más directamente, “money talks”. Vemos entonces que el dinero no sólo representa capacidad o poder de compra de objetos, bienes o mercancías, sino que representa de hecho “poder”, poder sobre los demás, sobre su trabajo, sobre sus recursos. No es un poder arbitrario -tiene que respetar las reglas de la economía de mercado- pero es absolutamente efectivo mientras esas reglas operen.

Finalmente, esa cualidad de representar tanto la capacidad de tener cosas como la capacidad de tener poder sobre los demás, hacen que el dinero se convierta también en una fuente de prestigio social.

El propio Adam Smith (1997: 123) identificó con claridad esta cualidad del dinero. Al preguntarse “¿cuál es el fin de la avaricia y la ambición, de la persecución de riquezas, de poder, de preeminencia?

¿Es porque han de satisfacerse necesidades naturales?”, respondía de inmediato: “El salario del más modesto trabajador alcanzaría. Y entonces ¿de dónde emerge esa emulación que fluye por todos los rangos personales y qué ventajas pretendemos a través de ese gran objetivo de la vida humana que denominamos el mejorar nuestra propia condición? Todos los beneficios que podemos plantearnos derivar de él son el ser observados, atendidos, considerados con simpatía, complacencia y aprobación.

Lo que nos interesa es la vanidad, no el sosiego o el placer”.

Y es a partir de esa convicción que, de seguido, Smith (1997: 123) advertía contra “la corrupción de nuestros sentimientos morales, que es ocasionada por la disposición a admirar a los ricos y a los grandes, y a despreciar o ignorar a los pobres y de baja condición”.

Próximo Módulo: Lo que No Tiene Precio.-

Etiquetas de Technorati:

No hay comentarios:

Publicar un comentario